Te voy a contar del día que fuimos a la cancha de Boca. Te voy a contar que fuimos ultimos, con un gol a favor y ningun punto en cuatro fechas de aquel campeonato. Te voy a contar que Boca venía puntero, invicto otra vez y con el arco en cero.

Te voy a contar que nos habíamos quedado sin técnico y que Cristian Diaz asumió interinamente en la semana previa. Puedo contarte que veía las caras de los chicos que solo conocían de las hazañas del diablo solo a través de lo que le contaron sus padres o sus abuelos.

Esos pibes creían que esas historias no habían ocurrido. 
Que se las inventaban para convencerlos de que tenían que ser de Independiente más allá de que el presente no fuera tan glorioso como contaba la historia. 
Puedo contarte que por un segundo el mundo rojo se detuvo.

Eran las 21.03 y todo se detuvo. Nos agarramos todos como pudimos. De las manos, de los hombros, de una bandera o de un paraavalancha. Ahí nos quedamos todos. Con los ojos rojos bien abiertos y la boca con unas incontenibles ganas de llenarse de gol. Puedo contarte que cuando el mundo rojo volvió a girar ya estabamos todos metidos en un mismo abrazo. Que mirabamos al cielo, que buscabamos encontrarnos con los que ya no están pero estaban ahí. Los vimos. Nos vimos.

Independiente nos había emocionado de nuevo. Independiente nos regalaba otra historia para contar. Independiente nos regalaba más lágrimas de emoción. Y puedo contarte que estaban esos pibes. Esos pibes a los que ya no vamos a tener que contarles ninguna historia más. Esos pibes que mañana le van a contar esta historia a sus hijos y a sus nietos como sus padres y sus abuelos lo hicieron con ellos.

Y ya no van a sospechar más de esas historias. Esas historias son realidad. Puedo contarte esto y puedo contarte mucho más. Pero para que te lo voy a contar? Si vos lo viviste como lo vivi yo.